Buenas tardes desde Chile Dr. Morales... Mi consulta es la
siguiente: en este último tiempo he notado que soy un mitomano he mentido con
mayor frecuencia, necesito detener esto ahora?!? Me traerá demasiadas
consecuencias... Tengo 24 años de edad, padre de 3 pequeños. Hoy precisamente
inventé una mentira a un hermano, pero luego de un rato le dije que todo era
mentira, sentí un sin fin de sensaciones que no puedo describir, luego comencé
a llorar como si hubiese salido algo de mi ser... A que se deben esas
sensaciones?
Estimado… me llama la atención que ¡a los 24 años sea ya padre de tres
criaturas! Tres verdades palpitantes que me hablan de que algo en usted quiere
realmente una vida de a verdad. Y, claro, cuesta ponerse a la altura de las
circunstancias, pero este es un tremendo aliciente.
Desde este lugar, el de papá, importa que no se imponga la idea de
ser su héroe… Eso ya lo tiene asegurado. Busque ser lo más natural y sincero… Eso lo ayudará a afianzarse en el terreno de la verdad. Cuénteles cuentos,
comparta sus talentos creativos con ellos, juegue como un chico, diviértase,
entérese de que no tiene que mentir si se expresa con plenitud.
Ahora bien, cuando uno miente tiene distintas motivaciones. Una
de ellas es la necesidad de ocultar una visión de sí mismo en la que se siente "menos" frente a los demás. Hay algo que nos mueve a “vender” una imagen al otro que corresponda a lo que consideramos que el otro espera de nosotros o a evitar que nos perciban como creemos que somos.
Esto evidentemente resta autenticidad al vínculo. Es un recurso evitativo ligado al temor de tener una relación de intimidad; es el miedo el que mueve el mecanismo, el temor de que no nos quieran, que nos rechacen. Lamentablemente, la resultante es un “ser querido” pero falso, producto de la mentira, del engaño.
Esto evidentemente resta autenticidad al vínculo. Es un recurso evitativo ligado al temor de tener una relación de intimidad; es el miedo el que mueve el mecanismo, el temor de que no nos quieran, que nos rechacen. Lamentablemente, la resultante es un “ser querido” pero falso, producto de la mentira, del engaño.
En el fondo de estos problemas suele existir un niño que alguna
vez no se sintió suficientemente querido o estuvo siempre atemorizado por posibles
faltas que conllevaran a castigos, reproches o al abandono o indiferencia de parte de los padres, que profundizaron su sentimiento de
falta de cariño.
Es también posible que, teniendo una mente muy imaginativa y
creativa, se haya prodigado una realidad fantástica desde pequeño; que, en la
adolescencia, le permitió lidiar en las competencias con los compañeros y
amigos, ufanándose de hazañas que lo elevaban sobre los demás. Es posible, entonces, que subsista el sentimiento de compararse, de competir con los demás,
en particular con sus hermanos, y tenga que recurrir a estos artilugios de vieja
data.
Me parece que es un magnífico inicio de un cambio el que se haya
sincerado con su hermano. Lo que vino a continuación son emociones de
liberación, en las que se juntan la pena con la alegría y un gran alivio de
poder hacerlo, de poder al fin liberarse, ser usted mismo, sacar a la luz a ese
ser que ha mantenido agazapado, oculto, protegiéndolo de una amenaza sin
nombre.
Ahora conoce el placer de la sinceridad, el disfrute de ser uno
mismo, de no tener que ocultarse, de entrar en el mundo de la verdadera
relación, de asumir que ha crecido y puede manejar su imaginación de otra
manera, más lúdica, bromeando, por ejemplo.
Ha empezado otra etapa, mi amigo. Sea usted el que administre la situación. No deje que le gane el impulso o la tentación de recaer en el mundo de la mentira. Su realidad actual lo vale.
Ha empezado otra etapa, mi amigo. Sea usted el que administre la situación. No deje que le gane el impulso o la tentación de recaer en el mundo de la mentira. Su realidad actual lo vale.
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