viernes

2017/06/14 Un rechazo, más que de piel, visceral

Hola.
Mi consulta es sobre un tema en específico.
Dentro  de  la universidad  a  la  que  asisto,  hay  un  joven cuyas actitudes me han molestado a tal punto de simplemente repudiarlo.  Parece algo simple, sin embargo, el sólo tenerlo cerca me disgusta e incluso asquea.
Para agravar la situación, dicho joven declaró un interés romántico por mi, lo rechacé por supuesto, no obstante, él continua persiguiéndome a todas partes, incluyéndose en las charlas que tengo con amigos e integrándose a talleres a los que asisto.
El rechazo que le tengo es demasiado, simplemente no lo soporto (Detesto a las cucarachas y él me parece una y la más asquerosa). Cada vez que siquiera escucho apenas su voz me dan ganas de gritarle cosas desagradables, ser mala, muy mala y herirlo para que deje de molestarme. Tristemente, he llegado al punto de pensar que la única forma de arrancar definitivamente las sensaciones de asco y disgusto, es que él muriera. Sé que este joven no comete ningún acto ilícito al interesarse por mí pero no puedo evitar sentir rabia cada vez que lo hace, así como frustración por no poder borrar su presencia.
Debido a este rechazo excesivo y anormal (Es la primera vez que me pasa.) ¿Sería necesario asistir a tratamiento psicológico? Lo pregunto debido a que exponiendo el conflicto a parientes, estos coinciden en que es un rechazo pasajero y debo simplemente alejarme.
"¿Cómo alejarme de una goma de mascar pegada en el pelo? ¿No es acaso mejor simplemente cortarla?" Suelo pensar eso continuamente cada vez que me aconsejan arrancar de él.
Agradezco de antemano la orientación.
Buen día.


Estimada amiga: 

En las relaciones humanas es natural sentir elementalmente agrado o desagrado, placer o displacer. La intensidad emocional de lo que uno siente frente a determinada persona o cosa varía en proporción a nuestra subjetiva sensibilidad o a la manera en que hemos vivido en el pasado alguna situación que, en el presente, nos moviliza emociones en formas algunas veces desproporcionadas frente al estímulo. 


Podría, por ejemplo, tratarse de miedo o hasta pánico ante otra persona… o de una terrible atracción, como la que siente este compañero de clase por usted, sin saber por qué… 


En su caso, es importante seguir las huellas del tremendo desagrado que le moviliza esta persona, pero como una forma de conocer mejor lo que le está movilizando a usted, descubrir qué huella o recuerdo, qué fantasma del pasado cargado de odio aparece con tanta violencia, al punto de sentirse tan mala (sentimiento con el que entra en conflicto, pero que no es fácil de manejar).


En fin, es cosa de indagar dentro de usted misma qué cosas se le están removiendo. Y eso sería aconsejable que lo hiciera con un psicoterapeuta psicoanalítico. 

Es claro que se da cuenta que no es normal.  Eso es parte del camino de aprender acerca de usted misma.  Ábrase a la indagación y resolución de aquello que habita en usted,  en su inconsciente, de aquello que está pendiente de solución  para la construcción de su equilibrio emocional.

La forma en que me escribe es bastante clara y hasta prolija en contraste con los sentimientos desbordantes que me describe. Esto me habla de problemas que existieron en un momento quizás muy temprano de su vida, cuando lo que predominaban eran los afectos y emociones.

Uno podría pensar que toda esta movilización emocional correspondería al hecho de ser pretendida por un varón que se fija en usted. En la tradición freudiana, podríamos pensar quizás en una movilización tremenda a partir de la sexualidad o cosas como envidia del varón (a la vez que sentirse amenazada),  pero su ejemplo del chicle pegado en el pelo me hace pensar en otra cosa. Una de las cosas más temidas en el ser humano es la dependencia absoluta del otro, esa que nos lleva al anhelo de la fusión y a la angustiante sensación de que podríamos quedarnos pegados al otro, en una situación tal, que estar juntos es terrible por la pérdida de uno mismo, por la fusión… pero más terrible y angustiante es el desamparo de la separación.

Esto, leído en clave adulta, no tiene mayor significado si manejamos una racionalidad que no le encontraría lógica. Pero, si un bebé de temprana edad pudiera contarnos al respecto, nos podría decir cosas por el estilo. 

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