Buenos días!!
Quisiera que me ayudará. hace 2 años conocí a un hombre
quien es casado y yo también. Sostenemos conversaciones por chat pero aunque le
insisto que dejemos la cosas seguimos en contacto constante. Siento que el
también esta algo apegado; a mi me gusta hablar con el, ya nos vimos una vez y
hubo contacto intimo, con frecuendia dice quererme, necesitarme pero cuando lo
incito a que nos veamos siempre pasa algo de parte de el que no aparece, se
pierde unos dias y luego aparece como si nada.creo que ambos buscamos salir de
la rutina. Pero no se como hacer para dejarlo se que está situacion Me hace
daño pues se que no hay nada.
Una de las cosas que tiene que aprender uno en la vida
es cuándo ponerle límite a una relación, en cualquiera de sus versiones. Si es que no le ponemos límite, la relación evolucionará de manera
que se van comprometiendo afectos y necesidades y, eventualmente, surgiendo
conflictos y demostraciones de parte del otro que nos retan a una deducción que
a veces es de lo más evidente pero nos resistimos a verla.
Estando libres y solteros, el problema es menor; es
una forma de explorar y conocer al otro y a nosotros mismos. Pero, si estamos
casados, el gran riesgo es que en algún momento pongamos en desequilibrio
nuestra relación conyugal y, por tanto, es necesario detenernos a pensar qué es
lo que estamos buscando.
Una primera reflexión, por cierto, es que tal vez lo que
estamos actuando sea producto de una falla en la relación conyugal. O,
suele ser que, sin haber más fallas que las usuales de la convivencia, de
pronto nos embarcamos en una aventura romántica que nos hace perder el balance
del desarrollo con nuestro cónyuge y con la familia, Nos escapamos a una suerte de "soltería" o a una situación idealizada... y vamos tomando distancia de nuestro cónyuge. Gran error, que puede costarnos mucho.
Lo que pasa con su compañero de aventuras - o más bien desventuras, por lo frustrante de los encuentros- muestra que hay un temor
tremendo a la cercanía y una conducta huidiza. Quizás usted padece de lo mismo
sin saberlo. De repente, los dos tienen temor a una cercanía intensa que tendría que sobrellevar
distancias sin desequilibrarse, incluyendo trabajo, hijos, discrepancias, todo lo que
surge en la convivencia y que a veces nos hace sentir que no se nos quiere o que no
es lo que queremos. Entonces, fugamos a un vuelo romántico... El asunto es que este vuelo puede generar necesidades y anhelos que otra vez queden insatisfechos. Si
no, escogería a alguien estable para emparejarse y estaría clara su visión de
que la relación conyugal no marcha.
Simplemente, deje de jugar a complicarse y tome
conciencia de que está teniendo necesidad de tomar decisiones, partiendo de la
renuncia a algo que atenta contra su matrimonio. Tendrá que mirar un poco esa
tendencia romántica a “volar” que la distancia, más que acercarla, de su
realidad. En otras palabras, es hora de madurar y ponerse en su lugar como
mujer que se estima.
No le dé más
cuerda. ¡Rescátese!
No hay comentarios:
Publicar un comentario