Buenas DR. Mi
situación es la siguiente:
Mantuve una
relación de año y medio con mi ex pareja y luego de la ruptura no la vi mas ni
le hablé más por un mes. Un dia me llama y me dice que podemos ser amigos, y
sin contar que compartimos una mascota como si fuese un hijo en custodia. Con
el tiempo yo me dedique a algunas actividades que tiene que ver con política y
mi actitud con ella era muy rígida y seca. Con el tiempo empezó a odiarme solo
nos vemos cuando la mascota pasa de uno a otro. Y desde hace como dos semanas
para aca la empecé a extrañar y no se que hacer quiero recuperarla y no se como
hacerlo y ni si debería hacerlo. Pero la quiero de vuelta.
Estimado amigo:
Su relato deja entrever una suerte de relación casi mecánica. Es curioso cómo, al hablar de los
tiempos, se superponen el “nunca más” con “al poco tiempo nos vimos” (al
mes).
Uno de los dos (o los dos) juega a una especie de “no me importa” (aunque en realidad sí le importa). Ocurre con muchas parejas que el motivo para mantener la relación es desplazado hacia los hijos; en vuestro caso hacia el perrito.
Ahora, el hecho de extrañarla quizás abre la posibilidad de que usted examine la forma en que se relaciona,
en cómo expresa o no sus sentimientos, en la manera en que privilegia el control y
el manejo de las distancias. Toca examinar si teme el compromiso o la
dependencia; si, tal vez, le aterra la necesidad de tener alguien a su lado; si no
será que se resiente con demasiada facilidad y luego no resuelve los motivos…
En fin, para entrar en un vínculo de pareja, especialmente si ya se ha estado en uno complicado, es importante
revisar nuestras notas emocionales, afinar nuestro instrumental afectivo. Si
somos sinceros al registrar trabas o interferencias personales, es tiempo de
intentar corregirlas, empezando por elegir una pareja que no complemente
nuestras dificultades sino que facilite nuestra expresión.
No es buen
consejero el sentimiento de soledad, porque suele ser que a lo único que nos lleva es a buscar tapar un vacío. Importa que valoremos al otro… y que podamos estar a
solas, también.
En el caso que me comenta, bueno, qué espera para dialogar con
ella, sincerarse y, de repente, descubre que ella está en otra cosa y usted está equivocado… o, quizás... Nada queda claro si no abordamos la realidad como corresponde. Toca
bajar los tonos de la vergüenza o posibles sentimientos encontrados. La
humildad es un buen acompañante en estos avatares.
Queda también
la posibilidad de que “como quien va al gimnasio” se dé un paseo por la consulta de un
terapeuta psicoanalítico que lo ayude en el manejo de su lenguaje
emocional.
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