viernes

2010/11/11 Entre la culpa y la responsabilidad

Doctor. Tengo un hijo de 20 años que parece que ha quedado recentido conmigo. Yo me tuve que ir a trabajar a Estados Unidos para juntar dinero y déje a mi hijo desde chiquito con mis padres. Cuando volvi el tenía diez años. Al comienzo era cariñoso y lo abrazaba y era alegre. Conforme fue creciendo se ha vuelto amargado y molesto conmigo. Yo sola trabajo para él y para mis papás. Su papá nunca lo vio ni quiso saber nada de el. Cuando regreso cansada de trabajar quiero hablar con el, conversarle, besarlo, pero el ni me contesta el saludo es como si guardara mucha rabia y me insulta me trata feo. Me exige plata y es muy duro conmigo. No quiere estudiar, ni trabajar ni ayuda en la casa. Solo a mi papá un poco que lo respeta. Lloro siempre por el, sufro con su maltrato. Digame usted que podria hacer.


Mi querida amiga, gracias por consultar.

Su problema es el de tantas mujeres que, en el mundo actual, se hacen de la responsabilidad de sacar adelante la economía familiar; se “rompen el alma” y sienten que no son reconocidas en sus esfuerzos y, a veces, ellas mismas no entienden el resultado: un hijo engreído, resentido o disfuncional.

Parece usted embargada por la impotencia y la culpa… ¿qué dejó de darle? ¿Qué reclama su hijo cuando pide dinero, sin gratitud ni modestia? ¿Qué refleja él con su hosquedad? ¿Qué lo ha atrapado en esta postura?

Enfocándonos en él, su actitud, adolescente aún, muestra lo difícil que se le hace ingresar a la vida adulta, a las responsabilidades y diseños propios del proyecto personal. La rabia y la dureza suelen surgir como expresión del conflicto de no poder crecer y, como niño, achacárselo a la madre, quien, al parecer, responde culposa y teniendo que pagar “cupos” que sólo hacen que se profundice la actitud que “tan buenos réditos” le dan a su hijo. Usted está favoreciendo que esta condición se perpetúe.

Es evidente que él debe haber sufrido por la ausencia materna. Fue el costo de su sacrificio por el hijo. Pero, eso es algo que él debe resolver por sí mismo ahora, no usted. Ya pasó la etapa sacrificial y la devoción que nos lleva a los padres a sacrificar todo por nuestros hijos.

Ahora toca que usted se dedique un poco más a recomponer su propia vida. Ya su hijo no es el niño tierno que alguna vez tuvo. Necesita usted dar un paso al costado para que él se encuentre a sí mismo.

Haga usted lo mismo.

El abuelo pudiera aportar con una disposición a escucharlo u orientarlo, pero no es, nadie el designado a resolver los problemas que él mismo tiene que resolver. Quizás lo mejor sea que lo ayude un terapeuta, si es que él se da cuenta que anda perdido en medio de tantas poses arrogantes.

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