viernes

2009/07/22 Prisionera de la culpa


A veces me siento culpable de muchas cosas, por ejemplo, de la enfermedad de mi padre. Él era un hombre saludable y feliz hasta que me enamoré de un extranjero. Lo conocí en la universidad y me lleva 18 años. Pensé que, al ser mayor, me iba a dar amor, fidelidad. Tuve problemas porque me quería ir con él y mi padre me dijo que no, que él me quería ver casada como Dios manda. Entonces, cometí el error de irme con él y poco después encontré cosas sospechosas, como que antes de mudarme con él cortó el antiguo teléfono; él llegaba del trabajo y me dejaba sola porque se metía en internet hasta las dos de la mañana; y, un día que los vecinos de al lado vinieron a ayudarme, él ni los saludó y se fue.
Quizás él no quería esa responsabilidad porque me dice que aun no quiere tener hijos y que no es capaz de estar con nadie.
Luego, me fui de nuevo para casa de mis padres y lloraba mucho. Eso a mi padre le dolió porque a mi pareja la habíamos ayudado en todo, siendo él extranjero.
Nos volvimos a encontrar pero él no quiere ningún compromiso. Dice: tú para tu casa y yo para la mía.
Después de todo esto tuve problemas en el trabajo, llegaba a casa llorando y les decía a mis padres que tenían la culpa de que yo hubiera nacido. Lloraba mucho. Aunque luego les pedí perdón me siento culpable de muchas cosas.
A todo esto, a mi padre sus 12 hermanos lo demandaron por cuestiones de un terreno. Mi padre perdió la razón para siempre. Se encuentra en un hospital psiquiátrico. Me siento culpable de su enfermedad. Quizás no fui la hija que el quiso tener. Cometí errores y sigo con un hombre que siento que no me corresponde. No quiere vivir conmigo, aunque siempre me llama y esta ahí, pero no lo entiendo. Ayúdemeeeeeeee


Estimada amiga,

¡Que sensación de encierro que transmite! Pareciera que no ha podido tener un instante de libertad en su vida. Su “ayúdemeeee” suena a “sáquenme de aquí…”. Por cierto, el pedido de ayuda deja entrever que quiere salir… pero no es tan fácil. ¿De qué tiene que salir? Pues, de sí misma. Y ¿hacia dónde tiene que ir? ¡Hacia sí misma! Si, suena a un juego de palabras, pero ¿no ha escuchado usted que a veces uno se ahoga en un vaso de agua? Pues eso es lo que le pasa.

Claro que no es así como lo siente usted. Está convencida de sus culpas y de la imposibilidad de resolver el contrato con sus carceleros.

En cuanto a la elección de su pareja, no debe sentir usted culpa sino comprender que, a veces, cometemos errores, a partir de los cuales podemos aprender. Para comprometernos en una relación, es necesario conocer bien a quién elige uno. Cuando elegimos una pareja, si bien son importantes los consejos de nuestros seres queridos, uno mismo es quien puede asumir la responsabilidad de la elección, aunque, a veces, las personas de nuestro entorno pueden darse cuenta de cosas que nosotros mismos no percibimos. Por algo se dice que el amor es ciego.

Muchas veces, nuestra elección no es desde el amor y nos quedamos pegados a una relación conflictiva que nos hace sufrir y, aún así, insistimos en mantenerla. Estamos, entonces, ante una dificultad, una falla en nuestra capacidad para amar.

Empecemos por sugerir que, en el amor saludable, si las cosas no son las que uno esperaría como garantía para un camino en común, si no existen la sinceridad, el respeto y los objetivos compartidos, es momento de terminar la relación.

Se nota que no anda bien usted en su autoestima. Es probable que esté arrastrando un trasfondo depresivo sobre el que necesita trabajar mucho, quizás tomar medicamentos, a la vez que hacer una psicoterapia. Necesita hablar mucho con alguien que la ayude a comprender las cosas de una manera distinta, ya que en su entendimiento predomina el juzgamiento y la condena. Tiene usted una exagerada tendencia a sentirse culpable o a encontrar culpas en otros (por ejemplo, dice: “LE DECIA A MIS PADRES QUE TENIAN LA CULPA DE QUE YO HUBIERA NACIDO”). Podríamos agregar que hasta puede llegar a sentirse culpable de estar bien. Trabaje sobre eso…

Piense en que usted se merece una vida sin la tortura del remordimiento y que lo que le está pasando es producto de un conflicto mental más que una realidad. En todo caso, no está manejando la realidad de manera que se adecue a los fines de una vida feliz. Es hora de decir: “Basta, ya sufrí bastante y quiero salir de esto”. Propóngaselo de corazón y busque ayuda. Todo esto se resuelve. Todo esfuerzo y sacrificio que ponga en lograrlo dará mayores méritos a su satisfacción final.

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