¿Qué hay de cierto en aquello que se dice que hay que dar sin
recibir nada a cambio? Desde hace un tiempo siento que doy mucho a las personas
que me rodean y no me siento correspondida, lo que me causa un enorme desgasto
y vacío. No me siento valorada y percibo cómo esas personas por las que yo me
preocupo y a las que ayudo valoran más a otras personas que “pasan de ellas”
que a mí.
Aunque pueda sonar infantil, y por poner un ejemplo, durante las
pasadas Navidades, y pese a estar recuperándome de una importante operación,
fui con mucho esfuerzo pero con toda la ilusión a comprarle algo a mi pareja.
Llegado el día de Reyes me encontré con que él no me había regalado nada, lo
que me causa una profunda tristeza. No se trata del bien material, sino que en
este caso, yo valoro el que alguien se acuerde y piense en ti, en que invierta
su tiempo pensando en darte algo que te pueda gustar y animar, máxima cuando
estás pasando un mal momento.
Me parece un poco triste no poder esperar nada de nadie (ya sea
material o inmateria), ni siquiera de tu pareja, que te lo dice abiertamente,
pero ¿Cómo se hace?
Estimada amiga, en la vida nunca es tarde para aprender. En
realidad, podemos seguir cambiando hasta el momento mismo de despedirnos de la
vida.
Justamente de lo que se trata es de estar en paz con uno mismo. Tomemos como punto de reflexión la pregunta que haces de entrada: eso de dar sin recibir nada a cambio, se puede entender de muchas maneras. La verdad es que el ser humano vive, desde que nace, en un constante intercambio con otro o con otros.
Algunas veces, uno espera alguna respuesta de alguien a quien a quien uno da algo. Si la respuesta que uno espera es la demostración que el otro me quiere, porque me da un regalo de vuelta, de repente estamos en la condición de estar comprando cariño o erróneamente dependiendo de que el otro me regale algo para sentir que se me quiere.
Justamente de lo que se trata es de estar en paz con uno mismo. Tomemos como punto de reflexión la pregunta que haces de entrada: eso de dar sin recibir nada a cambio, se puede entender de muchas maneras. La verdad es que el ser humano vive, desde que nace, en un constante intercambio con otro o con otros.
Algunas veces, uno espera alguna respuesta de alguien a quien a quien uno da algo. Si la respuesta que uno espera es la demostración que el otro me quiere, porque me da un regalo de vuelta, de repente estamos en la condición de estar comprando cariño o erróneamente dependiendo de que el otro me regale algo para sentir que se me quiere.
Distinta es la situación de regalar a alguien por el gusto de
hacerlo, en cuyo caso tendremos la satisfacción en el momento mismo de hacerlo y
estaremos complacidos de ver y sentir su satisfacción.
Me pueden regalar algo por compromiso… y eso no significa que se me quiere. Recuerdo una vecina a quien regalé un excedente de una cosecha de verduras de mi chacra. Nunca me olvidaré que más bien se sintió incómoda y no paró hasta regalarme algo a cambio, como si le hubiera generado una deuda.
Me pueden regalar algo por compromiso… y eso no significa que se me quiere. Recuerdo una vecina a quien regalé un excedente de una cosecha de verduras de mi chacra. Nunca me olvidaré que más bien se sintió incómoda y no paró hasta regalarme algo a cambio, como si le hubiera generado una deuda.
Es diferente cuando queda en la persona regalada un sentimiento
auténtico de gratitud. Eso generalmente uno lo siente, aunque lamentablemente a veces no ocurre así por
estar esperando una respuesta “en concreto”: un regalo equivalente. Entonces, lo que quiere decir aquella frase es que en el humano dar y recibir se
cultivan los sentimientos de gratitud. Fijémonos que gratitud viene de “gratuito”. Siendo así, lo que doy es gratuito, no compromete al otro a devolverme algo… pero sí
importa que exista gratitud.
Cuando uno se relaciona con otros, es posible encontrarse con
“ingratos”, personas que sienten que lo que reciben es porque tienen derecho a
ello y no se les moviliza la gratitud… Si ya lo hemos experimentado y lo sabemos,
lo usual es no seguir cultivando esa relación o, por lo menos, esa forma de
relación en la que yo doy todo a cambio de nada…
Algunas veces educamos, en particular a los hijos, en estos modos. Ello consideran que “tienen derecho a todo” y que los padres estamos hechos para el sacrificio total. Eso tiene que tener una regulación responsable. Con el correr del tiempo y la edad, el niño debe ir asumiendo roles de responsabilidad, en la medida de sus capacidades. La inteligencia afectiva, que está en el fondo de todo esto, es lo que se aprende a lo largo de la vida.
Algunas veces educamos, en particular a los hijos, en estos modos. Ello consideran que “tienen derecho a todo” y que los padres estamos hechos para el sacrificio total. Eso tiene que tener una regulación responsable. Con el correr del tiempo y la edad, el niño debe ir asumiendo roles de responsabilidad, en la medida de sus capacidades. La inteligencia afectiva, que está en el fondo de todo esto, es lo que se aprende a lo largo de la vida.
Ahora bien, ¿qué puede estar pasando con usted? A veces, desde
niños, nos acostumbramos a tener contentos a nuestros padres como manera de
sentirnos queridos. Así, crecemos especializándonos en dar gusto a los demás
como manera de obtener cariño…
Ése es un modelo que hay que cambiar con el tiempo y la vida. Al darse cuenta de esto, tiene usted que cambiar de modelo, no dependa del afecto de los demás, póngase en el primer lugar de la lista, acostúmbrese a ser libre y estar bien consigo misma, no cultive resentimientos, menos aún culpa. Tiene derecho a darse gustos. Júntese con personas que sean querendonas pero libres, no pegajosas ni demandantes.
Bueno, ¡ya estuvo bien! Suerte.
Ése es un modelo que hay que cambiar con el tiempo y la vida. Al darse cuenta de esto, tiene usted que cambiar de modelo, no dependa del afecto de los demás, póngase en el primer lugar de la lista, acostúmbrese a ser libre y estar bien consigo misma, no cultive resentimientos, menos aún culpa. Tiene derecho a darse gustos. Júntese con personas que sean querendonas pero libres, no pegajosas ni demandantes.
Bueno, ¡ya estuvo bien! Suerte.
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