Hola Dr.
Soy de Argentina, lo vi y escuché en el canal Nuevo Tiempo.
"desde que era muy pequeño -aprox. 4 o 6 años no recuerdo bien - recuerdo que cuando la gente me miraba (a mi y a mi hermano mellizo) siempre me ponía rojo. Hoy tengo 40 años y aún sigo coloreando." Algunos dicen que es porque soy muy tímido. Yo nunca he comprendido esta cuestión.
Cuando un niño deriva al rubor es que ya está manejando un monto importante de inhibición. Ruborizarse tiene que ver con que nuestras vísceras delatan que estamos sintiendo algo, que suele ser vergüenza. Al respecto, es posible que no le sea fácil recibir halagos o que no logre ser suelto y natural.
Bueno, es mucho lo que se puede comentar; pero, a los cuarenta, siempre hay oportunidad de variar las cosas. Propóngase ejercitar ser más expresivo, empezando por sonreír con más frecuencia. Exprese más sus sentimientos a los demás, abrace a los amigos o a la familia. Haciéndose hábitos de expresión uno llega a sentirse bárbaro con el tiempo. Creo que en ello lo puede asistir la fe, tener la confianza en que hay un ser superior que siempre nos acompaña, alivia el sentimiento de protagonismo personal .
Estimado, seguro la timidez lo acompaña en la vida, incluso al punto de contar su historia entre comillas, como poniéndolo en términos de una historia… con la que aún no se conecta, como que no termina de ser su propio personaje… Dice que aún no comprende la situación.
De hecho, podría
tratarse de una consecuencia de haber llamado mucho la atención de las personas de niño por el hecho de ser mellizo. Tener muchas miradas sobre sí puede resultar abrumador. La gente mira al
fenómeno (“que lindos los hermanitos”, "son igualitos"... o esto o aquello); y, a
veces, en medio de este barullo de miradas y comentarios uno no se siente
precisamente mirado ni reconocido por sí mismo.
Sin embargo, muchas
otras cosas pueden gravitar para resultar siendo tímido. En general, es el resultado de no haber
crecido en un ambiente de confianza básica y seguridad. A veces, parece que
este ambiente se hubiera dado, pero sólo se habría tratado de expresiones de sobreprotección o de relaciones formales sin mayor cercanía afectiva sintónica con el infante.
Con el tiempo ya
generamos un reflejo de temor a ruborizarnos y se provoca, paradójicamente, el
rubor de manera totalmente incontrolable, lo cual forma un círculo vicioso que
agudiza nuestra timidez.
La educación en casa puede haber exagerado el
sentido de culpa o de vergüenza con sobre-exigencias respecto al “buen
comportamiento”.
Suerte.
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