viernes

2019 04 01 Aprendiendo a decir que no


Me llamo Jessica y tengo 16 años. Mi consulta es acerca de algo que me pasó hace unos días.
Tengo una tía que me invitó a pasar un fin de semana en su casa. Ella tiene una hija, mi prima, que tiene la misma edad que yo. Nos habíamos quedado las tres solas.
El viernes por la noche mi prima y yo salimos a tomar algo, con la intención de volver pronto. En uno de los sitios que estuvimos conocimos unos chicos muy guapos que nos invitaron a fumar marihuana. Nosotras aceptamos, estuvimos fumando, y poco después volvimos a casa.
Al volver, mi tía se dio cuenta de lo que habíamos hecho por el olor que tenía nuestra ropa. Se enfadó mucho, y me dijo que debía decírselo a mi madre. Yo le pedí de todas las formas posibles que no lo hiciera. Al final mi tía me dijo que si no se lo decía a mi madre, tenía que encargarse ella de castigarme, y lo iba a hacer de la misma forma que a mi prima. Yo acepté y nos castigó a las dos.
Nos dijo que teníamos que quitarnos toda la ropa, y ponernos en cuatro encima de la mesa. Entonces nos dio unas nalgadas con la mano. Terminamos las dos con el trasero rojo rojo.
Pasé bastante vergüenza, pero si se lo hubiese dicho a mi madre hubiese sido peor, ya que me hubiese dejado un mes sin salir.
Creo que tuve lo que merecía, por haber hecho una estupidez. Pero no estoy segura de no volver a cometer el mismo error.
Me gustaría que me diera algún consejo para aprender a decir no.
Gracias.


Estimada Jessica, el aprendizaje del “NO” es crucial para la vida. De alguna manera , significa un antes y un después en nuestra humana existencia. Pero, tiene que ser balanceado, de alguna manera, por la capacidad de decir que sí. Estamos hablando de la construcción misma de nuestra identidad. Qué no quiero y qué sí quiero. 

En la médula de la construcción de nuestra identidad está la capacidad para razonar respecto a qué es bueno y qué es malo para mí, enraizado ya en las zonas del cerebro que se encargan de la capacidad para tomar decisiones.

Es increíble, pero mucha de nuestra fortaleza de personalidad está sostenida por la capacidad para la renuncia, más que por la fácil experiencia de aceptación de lo placentero o del sometimiento al grupo o a los deseos de los demás, sin mayor reflexión. 

En ese sentido, están estos dos extremos que presentas: la tía que castiga y trata de inscribir una ley que se impone por temor y por la otra, los chicos guapos a los que uno puede conceder el fumar, porque es una muestra de disposición hacia ellos.

No todo lo que el otro proponga está bien; somos nosotros los que decidimos. La tía puede tener razón, pero, bien podría haber optado por una vía distinta de comunicarles su opinión. Podría hablarles sobre la relación con los chicos, de experiencias de su propia vida y de los riesgos de la marihuana, si ella fumó, etc. Desde el otro lado, los chicos podrían haber aceptado el que no fumes y no reprocharte por no hacerlo.

La vida es una constante exploración, un mundo de experiencias en el que uno va diseñando qué sí y qué no, en base a que las cosas tengan sentido. 

Haces bien en sincerarte contigo misma cuando dices que no tienes seguridad de no volver a hacer lo mismo. Pero cuentas con esta capacidad de auto observarte, Éste es un valor… y cuentas con ello: estás comenzando la vida y la tentación del placer, el alcohol o las drogas estarán permanentemente ante ti. 

Lo importante es QUIEN es la que lo hace; saber si estás verdaderamente preparada para subsanar errores y tener tus bases sólidas (como el ser sincera contigo).  Es fundamental tu orientación personal, tener cuidado de ti misma y propiciar la armonía en general; ser una buena persona, de las que caen bien sin tener que llamar la atención o someterse al otro.

Teniendo claros tus objetivos de vida, estudios, trabajo, afectos, amigos de bien, etc. Si está dentro de tus posibilidades económicas, así como quienes van al gimnasio, también sería una buena disciplina el concurrir a un psicoterapeuta psicodinámico para revisar estas cosas en el tiempo.

Alguna vez fumé marihuana. Me cayó mal y lo mismo pasó la segunda vez. No sé qué hubiera pasado si no me caía mal. Sin embargo, con el alcohol me pasó que andaba con muchachos que bebían mucho. Alguno de ese grupo terminó alcohólico. Sin embargo, yo medía los excesos; jamás me pasaba del límite si tenía que estudiar, o si simplemente ya no me sentía bien. Después de una borrachera, simplemente no quería saber más del trago… por bastante tiempo. Es lo que aprendí en la vida, viviéndola y corrigiendo sobre la marcha. Uno llega a saber claramente qué es lo que le hace mal. Allí corresponde el NO o por lo menos un “hasta aquí no más”.

Suerte (hazme saber de ti de vez en cuando)




1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, soy Jessica, la chica que hizo la consulta "Aprendiendo a decir no" en este consultorio. Finalmente decidí hablar con mi madre para contarle lo sucedido. Se mostró muy comprensiva conmigo, me dijo que a veces es inevitable cometer errores. Cuando le expliqué el castigo que me puso mi tía, me explicó que el problema es muy grave, que no podía dejarlo pasar, y es lógico que ella se sintiera responsable de dar una respuesta proporcionada. Me dijo que si eso me hizo reflexionar y ser consciente del problema, la experiencia resultará positiva.
También me dijo que tomar estas medidas es duro para las madres, pero a veces son necesarias dado el peligro que corremos las chicas.
Mi madre tambien me advirtió que, aunque lo sienta mucho, si la situación se repite, puede que tenga que tomar una medida así en el futuro.

Muchas gracias por su atención.